Con esta cachonda portada arrojo mi desprecio por "el género" ampliamente criticado en el resto de la novela |
En venta ya la continuación de La caída de Babilonia – Ciudad de
Anubis/1, epopeya
sardónica sobre zombis. No podía, empero, construir otra descerebrada obra más
sobre el tema. Imposible. Ni quería añadir otro ladrillo al muro en que se
presenta a tanta pestilente carne podrida triunfando sobre un mundo donde los
Hombres se las han ingeniado para construir unas armas de destrucción masiva
que luego, ¡asombrosamente!, son incapaces de disparar contra esta carroña
ambulante. Esto debía tener contenido.
También debo señalar que no considero Sociedad sana, pese a lo que anda predicando en ciertos seminarios, la que dedica
tanto amor a algo tan repelente, ¡ensalzándolo! como ha hecho. No niego su
cuota de mercado, espacio de ocio, para dar un poco de variedad a una parrilla
televisiva que vaya del sota, caballo, rey del CSI:Sus Cojones, o series similares. (Hay sitcoms que pegan bocados.) Es que no veo ni normal, ni salubre, qué
¡encumbramiento! se les ha proporcionado, por Dios, a los zombis.
Mi narración, escrita con nervio
particular, no con ese insípido formato de moda que llena las estanterías de best-sellers que, sólo por ese detalle de la nula
neutralidad de su estilo escrito, deberían pasar inadvertidos, critica los
aspectos más negativos del “género zombi” sin olvidar, ¡como debe ser!, el
relato en sí. La construcción de creíbles escenarios en lo increíble del
avatar, los personajes que se ganan tu afecto y manifiestan personalidad,
carácter, como la prosa que les describe.
Acción, parodia, aventura, crítica…
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