|
Vigoroso esbozo para vuestro estival deleite |
Conversábamos hace poco de temas literarios
cuando salió el supuesto. La hipótesis era sobre un sujeto, dueño de un ego
descomunal, más ancho que la ancha Castilla, que ancha es Castilla, ajá, sí, con
una dosis mínima-nimia de talento, que alienta unas ínfulas de escritor. Planeaba
redactar una novela; incluso, para darla una tonta importancia, algún insustancial
pero recargado aire gótico rimbombante (porque nuestro hombre sería la Rimbombancia en Persona), estaría ilustrada. Con motivos moñas que te cagas.
Muy dalinianos o lo que tú quieras. Pero afeminados: que apestan. Escribirla,
sí… si a tanto llegaba la porción mínima-nimia de su talento.
Sería, dado el tal ego gargantuesco, un despropósito
mayúsculo de ampulosidades cuya misma naturaleza impedirían el curso del
relato. Y, volviendo al ego brodignaniano, todo cuanto constara en los
párrafos, sería correcto. Por confuso, torpe, mal expresado o gramaticalmente
inexacto que fuese (considerar, por ejemplo, que “ojear” —o sea, ver— y “hojear”
—o sea, pasar páginas—, es igual). Estamos hablando del campeón de los
orgullosos. ¿Errar, él? Imposible.
Merced a su arrogancia, aun se toma su
tiempo, señoras y señores; como si demorarlo años fuese sigul de calidad literaria
superior al resto de obras.
Y ahora, lo bueno, lo mejor, lo que
escribió POE en aquella Marginalia: “A veces he imaginado a un hombre víctima de
un ego descomunal…”. Este escritor de mínimo-nimio talento, mas
inmarcesible ego, orgullo colosal, pide repasen su novela… por sí misma impublicable…
de pútrida… ¡y a pesar de eso la editan, empero GRACIAS a las correcciones por otro realizadas!
Nuestro hipotético escritor
sombra/fantasma es, ¿he dejado constancia antes?, el titán de los orgullosos;
su desproporcionado ego posee tal envergadura que toca la más baja autoestima (que
suple con soberbia excepcional). Y publica, repito, por mor al trabajo de otro.
¿Cómo lo encaja su carácter? ¿Se sentiría insultado? ¿Vejado?
¿Qué ideas, noche y día, a todas horas,
todo el tiempo, pueblan su cerebro, recordando que no ha sido su derroche de desatinos lo que
sedujo al editor, sino el pulcro trabajo ajeno? Algo que, por supuesto, oculta. ¡Es importante! ¡Demostraría su incapacidad! (Aparte de su ingratitud.) ¿En qué grasa se cocina alguien así? Evocándolo: ¿miraría con ODIO su ‘propia’
novela? ¿Terminaría abominándola? ¿Despreciaría su gótica/moña cubierta? Porque
que publique merced a otro es la humillante pero nítida constatación de su total
nulidad. Qué infierno supondría. A esa conclusión llegamos.