¡Hummm! ¡Qué buena pinta tiene! Y lo mejor, es ¡original! No está ¡plagiado! Aquí son botas de cuero, no chanclas de hierro, lo que se usa |
…y la producción sigue al ritmo adecuado;
sin prisas, tampoco sin pausas. Adquiriendo mayor destreza a cada trazo, como la
muestra exhibida evidencia. ¡Qué bonito es trabajar con tu propio material,
surgido de tu imaginación, acaso abonada por alguna excelente inspiración! Nada
de plagiar a los demás. Hay quien afirma que, pese a todo, el plagio es una
forma de homenaje, un reconocimiento de que LA CALIDAD está en el material
plagiado, que el plagiador no es más que un inepto que necesita robar a otros
lo que es incapaz de crear por sí, como por ejemplo la historieta de un masivo robot
que protege del Mal a una desvalida niñita. El primer impulso al verse
plagiado, empero, es el de la indignación. Mas cuando reflexionas que han
necesitado robarte tu trabajo, porque pese a las grandes ínfulas y los
discursos acalorados de integridad y de genio propio, no hay nada detrás, salvo
vacuas palabras grandilocuentes, que intentan desesperadamente disimular ese
atroz vacío creativo propio del truñista gótico. Varías, pues, de opinión.
Aceptas que, si no es por ti, tu trabajo, ahí no hay nada que hacer, y puedes
mirar desde muy alto a esa alimaña vocinglera que se revuelca en su pudridero
de impotencia creativa buscando por dónde tirar con sus necias ideas
mínimas-nimias de originalidad porque precisa, COMO SEA, seguir siendo el
centro de atención. O no es persona.