sábado, 2 de marzo de 2019

¡QUÉ BUENA PINTA TIENE!

¡Hummm! ¡Qué buena pinta tiene!
Y lo mejor, es ¡original! No está
¡plagiado! Aquí son botas de cuero,
no chanclas de hierro, lo que se usa

…y la producción sigue al ritmo adecuado; sin prisas, tampoco sin pausas. Adquiriendo mayor destreza a cada trazo, como la muestra exhibida evidencia. ¡Qué bonito es trabajar con tu propio material, surgido de tu imaginación, acaso abonada por alguna excelente inspiración! Nada de plagiar a los demás. Hay quien afirma que, pese a todo, el plagio es una forma de homenaje, un reconocimiento de que LA CALIDAD está en el material plagiado, que el plagiador no es más que un inepto que necesita robar a otros lo que es incapaz de crear por sí, como por ejemplo la historieta de un masivo robot que protege del Mal a una desvalida niñita. El primer impulso al verse plagiado, empero, es el de la indignación. Mas cuando reflexionas que han necesitado robarte tu trabajo, porque pese a las grandes ínfulas y los discursos acalorados de integridad y de genio propio, no hay nada detrás, salvo vacuas palabras grandilocuentes, que intentan desesperadamente disimular ese atroz vacío creativo propio del truñista gótico. Varías, pues, de opinión. Aceptas que, si no es por ti, tu trabajo, ahí no hay nada que hacer, y puedes mirar desde muy alto a esa alimaña vocinglera que se revuelca en su pudridero de impotencia creativa buscando por dónde tirar con sus necias ideas mínimas-nimias de originalidad porque precisa, COMO SEA, seguir siendo el centro de atención. O no es persona.