Empezaba para darle visibilidad a esta, que habría de allanar el camino a las siguientes. Era una oportunidad de oro, que no desperdicié en absoluto |
Tal día como hoy de 2010 comencé la
titubeante, aunque con intención de firme continuidad, andadura del blog hermano a éste. “Titubeante”
(pese a tener claro sus objetivos) pues aún no sabía bien qué orientación darle
sobre la fórmula a seguir. Estaba claro que valdría para hacer mi promoción
literaria (como este blog, grosso modo,
hace de la gráfica); empero tenía más beneficios (nada mínimo-nimios) que debía
aprovechar.
Así comencé el ritmo de comentar
libro-película-observación personal bien pronto. Dejé atrás la sensación de “dubitativo”
al fin. También el estilo como esas apreciaciones iban a aparecer, sufriendo
una reducción en su extensión (que aún sigue. Mas esto lo comento
en el otro blog.)
Ignoraba si llegaría a cumplir diez años “en
antena”, la verdad. Cuando creé Una
historia de la frontera, el blog seguía siendo algo con sensación de respetabilidad. La irrupción de las
redes sociales, su apartado más visual que literario, ha lanzado a la
decadencia al medio. El blog está quedando para ‘eruditos’, por así decirlo, un
medio de transmisión o comunicación que se orla, en verdad o en falso, de una
aureola de “cultura” que las redes sociales no pueden dar aún. O jamás. Porque
pronto saldrá otro formato que las volverá obsoletas, seguro.
[Internet,
a este paso, parecerá un valle lleno de esqueletos de formatos de difusión para
gran regocijo de cyberarqueólogos o cyberpalentólogos, o cybersociólogos,
¡hasta cyberantropólogos!, que podrán, como los anillos de los árboles, leer el
avance y caída de nuestra cultura por cómo en esos espacios servíamos información
o bobadas.]
Festejemos la longevidad de Una historia de la frontera. Espero,
dentro de diez años, repetir palabras parecidas aquí.