Desde que me aficioné a JUDGE DREDD siempre he sospechado que el
guión de EL GUERRERO DE LA CARRETERA
estaba escrito antes que el de MAD MAX.
Si no completo, tal como lo conocemos filmado, diversos apuntes o esbozos que ya
delineaban la película. Debió suceder que GEORGE MILLER no podía abordar tamaña
empresa, carente de la adecuada financiación. Buscó, pues, una económica
alternativa. Con la esperanza de recaudar lo suficiente como para poder rodar
su proyecto.
Porque la idea seguía teniendo fuerza indómita
y validez (esas ideas que se arraigan en la mente, moviéndose como un hambriento
hurón, instando a cobrar cuerpo casi como sea, sensación incómoda que sufre
todo creador serio) y buscaba un canal de expresión válido por el cual
manifestarse en nuestro ancho mundo.
Sin duda, el serial Judge Dredd legisla en la Tierra Maldita (la odisea de atravesar el
páramo que es su Estados Unidos,
plagado de mutantes y demás singularidades letales) debió ser forzosa (o milagrosa)
influencia del concepto que Miller concibió tras la lectura de esas viñetas. Difieren
empero ambos personajes en que Mad Max
es distópico relato trágico de un agente de la ley que intenta mantener el
orden entre el caos de una Sociedad que se derrumba, perdiendo a su familia, mientras
que Dredd es adoctrinada máquina legisladora que imparte sentencias, cuyos vagos
parientes poseen relativa relevancia en su vida. Mas ¿no son ambos policías?
Miller tenía además una buena ventaja: no
debía recrear la Tierra Maldita. ¡Broken Hill ya estaba ahí!
La bizarra pinta de los aguerridos salteadores
punks de HUMUNGUS sustituía a los
mutantes que Dredd vencía según intentaba llevar a Mega City 2, por tierra, las
vacunas que curaran la plaga que asolaba la vasta metrópolis.
Un minuto o dos de atentas comparaciones, caveat lector, te mostrarán los paralelismos.