Es rabioso, ese color rojo |
Breve comentario sobre una cuestión
profesional. Tengo un marcado estilo literario. No es en absoluto ilegible, ni
rebosa paranoias, ni cosas así; contiene algunos pequeños caprichos, que han
sido amablemente descritos como “barrocos”. Me mueve el deseo, nada más, de
distinguirme del resto de una “átona” producción literaria.
Pues pienso que también la escritura debe
evolucionar. Esto es: dentro de unos márgenes definidos que sirvan a los
principios de comunicación, evasión y claridad. Lo confuso, lo enrevesado, esté
escrito como esté, no prospera. Las extravagancias tiene una vida corta;
dependen demasiado del capricho, el momento.
Aunque no lo comparto, en otras artes
plásticas se aprecia un avance. Lo ejemplifico en la pintura abstracta, el
cubismo y demás. Soy más clásico, la muestra expuesta lo evidencia. Pero ahí
está: ese esfuerzo por explorar sendas nuevas. Crecer.
¿Por qué las letras no deben hacerlo,
igualmente, dentro de los principios que antes enumeré? Es algo así como que
todo Dios debe imitar EL QUIJOTE
cervantino. Y, si no presentas una novela así escrita, ¡descalificado!
¿Tenéis idea de cuántas buenas novelas
podríamos habernos perdido de haber imperado esa intemperancia?