jueves, 5 de enero de 2017

¡ARRIBA LA VAMPIRESA! — ¡ABAJO LA “VAMPIRA”!

Como estamos hablando de señoras
que beben sangre, pues...
De un tiempo a esta parte, la errónea expresión “vampira” está en boga. No se usa el acertado, aunque tradicional (quizás sea por eso, por antigua, por creerla cosa de FRANCO, y merece desaparición —los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla, a ver si alguien puede señalárselo a esas personas obsesionadas en recrear, a lo IngSoc, los lamentables episodios que condujeron a la Guerra Civil, y luchan por borrar todo vestigio de los crímenes republicanos, construyendo a su gusto una pararrealidad utópica/ucrónica similar a una película DISNEY—) “vampiresa”. Empero, cuando oigo lo de “vampira”…, en fin. ¡Sigul de máxima ignorancia!

[¡Claro, reparo ahora, que “vampira” (hembrismo de “vampiro”) puede ser otra alucinante aberración del paritario feminismo que, por cojones, están imponiéndonos! Como aquello ginecentrista del “porro-porra”, “pistolo-pistola”, “albañil-albañila”… ¡Hazmerreír de la Humanidad, nos hacen parecer esas ocurrencias! Así que, en atención a este razonamiento, a vampiro… le corresponde vampira. No vampiresa. (Queda feo vampireso, ¿verdad?)]

¿Qué es ‘vampira’? Vaya palabra fea. Creo que la oí por primera vez en un culebrón. No me extraña; por aquellas tierras allende el Negro Atlántico entienden nuestra lengua común de forma sui generis. Bueno, provincianismos que la cortesía admite, aunque la RAE (es lo de la lengua, ¿no?) ni de coña debería apadrinar. Pero lo hace. Así son las mínimas-nimias inteligencias que ahora fijan y dan esplendor y brillo y no sé qué más al verbo.

Bien puestos los tiene, el hijo de la gran
puta hombre misterioso este. ¿De qué va?
¿De NOSFERATU, o qué?
“Brillo y esplendor”. Jaja. “Vampira”. “Malacatones”. “Murciegalo”. “Guion”.

Como también “vampiresa” se aplica a la señora man-eater (¿sigue, pregunto ahora, dándose ese caso, o se define igualmente “vampira”?), para evitar ambigüedades empleo siempre el término lamia. Es más apropiado para el caso de la chupasangres (LIANA FORSON) que no para la ávida chupapo**as que designa el común para las femmes fatales dispuestas a arruinar hombres.

Propongo, para hacer pues la división, que cuando hablemos de las chupasangres se use la también arcana expresión ‘lamia’, y, ¡por Dios!, reivindiquemos la permanencia de la vampiresa. ¡Abajo la vampira! Que se nos corrompe el idioma. Que perdemos riqueza cultural normalizando esas “abreviaturas” o “mutaciones”.