Entre esa locura de líneas se esconde la trama de una historieta |
El proceso creativo suele caracterizarse
por su caprichosa aleatoriedad. Cualquier planificación, meticulosa,
exhaustiva, prolija, puede terminar siendo un armatoste que defrauda por no
poder cumplir los objetivos que su elaborada preparación, en tiempo y aun
dinero, ha supuesto, mientras que un apresurado pero muy inspirado montón de
líneas, trazadas hasta aprisa-y-corriendo, puede producir la genialidad deseada.
También los bocetos tienen una vida
propia; muestran el entramado inicial del cual surgió la obra que admiramos.
Parecen, a veces, incluso más auténticos y valiosos que el resultado final. Hay
soltura, brío, inspiración en esencia pura, además de semejar el complejo juego
de engranajes de la maquinaria de un reloj que enseña pasos, métodos.
Unas veces exponen más talento que el
trabajo final; otras, qué fuerza caótica bullente lleva a crear, dominada a
duras penas por el lápiz. Los trazos se desbordan, buscan la anarquía.
Amontonar ideas sin propósito o fluidez. Provecho. En ocasiones, sólo es una
frustrante maraña de líneas que no conducen hasta donde queríamos, reflejando
en su plenitud la decepción que produce este fracaso.
En este caso: componen la simiente de una
historia, así como pasos evolutivos de los personajes que deberán
protagonizarla.