domingo, 24 de marzo de 2024

LA MÁS SUFRIDA

 

Cuánto está costando empezar a ser
buen dibujante. Al menos, se gana
la satisfacción de ver que hay avance

Poco a poco sigue materializándose esta novela gráfica que contiene páginas como ésta y que, a futuro cercano, prometen ganar más calidad. Durante su realización aprecié que había un sutil empero firme avance en la eficacia del trazo y el entintado. Esta madurez es resultado de una constante aplicación al trabajo. Horas y horas de dibujo, vaya.

Hoy día afirman que la disciplina, el esfuerzo, la constancia, están en descrédito. Prospera la generación de lo inmediato, de que lo tiene todo a golpe de tecla. Los dibujantes se han convertido en programadores. Permiten a sofisticados programas hacer su trabajo. Su talento inicial desaparece por un sumidero de molicie e ineptitud.

Pereza, en una resumida palabra.

Desprecian al dibujante tradicional que se empeñaba todavía en definirse ante el resto de la pléyade de creadores mediante su línea característica, su firma, huella de identidad. Esos sujetos prefieren en cambio convertirse en parte de una anodina masa uniforme de programadores con dotes de ilustrador anulando su sentido del amor propio profesional. Se convierten en un engranaje anónimo de una industria deshumanizada. Y tan felices.

Son tan autómatas/automáticos como sus programas de edición.