¡Ho-ho-ho! ¿Qué trajo el Conejo de Pascua este año? |
Es un poco prematuro, pero de aquí a una
semana se festejará Halloween, pagana fiesta que se ha incrustado en nuestro
sacro hispánico católico almanaque con la fuerza que brinda la popularidad
televisiva de las producciones estadounidenses en que aparece. Se celebra en
otros muchos puntos del globo, mas debido a esa masiva descarga catódica
comentada, parece ser una festividad exclusiva de EE.UU.
Lo más pintoresco que le aprecio es lo de
disfrazarse, que permite romper la atonía del anodino vestuario cotidiano, ocasión
ceñida no obstante a los chiquillos, que ya van por ahí recaudando dulces y
otros caramelos cargados de caries por las puertas, como ven en las series y
películas norteamericanas.
Pero lo del disfraz tiene su intríngulis,
qué desinhibición de la personalidad impone, que a través de esa ropa
inhabitual adquiere (quién sabe) otra identidad, quizás la verdadera, supone
una ruptura con los tabúes sociales, los sexos se confunden, tal vez aparezca
el auténtico instinto sexual que se “armariza” bajo otra indumentaria durante
el resto del año, mostrándonos a quien es realmente esa persona, so pretexto de
ser Halloween! y esto un disfraz, tú sabes… hay que sintonizar con el ambiente…
sí, sí, tú disimula, maricón. Llámalo Halloween. Que no engañas a nadie.
(Los
que no engañan, por mucho que lo intenten, son los disfrazados de superhéroes.)