Es muy agradable volver a escribir sobre cosas que me gustan y no sobre la enfermiza situación político-social actual. Empero a veces ésta manda. Y hay conciencias que sacudir |
Mi aproximación al opus magna de MIKE MIGNOLA (¿el nuevo JACK KIRBY, por lo imitado
que está?) fue, si no tardía, tampoco inmediata. Un buen puñado de sus
historias ya estaban rulando por el mercado cuando lo leí. Como sucede con todo
lo que exuda calidad a raudales: ipso
facto me prendó. Me aficioné. Tan aprisa como el $ lo permitía, fui apoderándome
de cuanto publicado había, y publicarían.
Lo dejé el LA ISLA porque el $ se agotó (dar de comer y beber a una ingrata sanguijuela
tiene esto). Y, desde entonces, le tengo perdida la pista. Las películas…
bueno. Cumplen. Pienso procuraron hacerlo lo mejor posible, empero algo se ha extraviado
en la transición de las viñetas al fotograma (y sobre las novelas, cuando
termine alguna, ya contaré). Porque los encargados del metraje sienten amor y
respeto por el personaje, aunque hay un cúmulo de imponderables (léase:
productoras) que pueden haber adulterado ese amor-y-respeto hasta hacerlo algo artificial
de consumo palomitero que a los fans nos pone rictus erectus de disgusto y el
público general al que destinan el producto final olvidarse de lo visto. A lo
sumo, dice: Entretiene.
Mignola o tuvo un golpe impresionante de
suerte (el lector “de entonces” era más receptivo a andanzas diferentes a las
ya agotadas de superhéroes MARVEL y DC un tanto arrinconados por SON GOKUH o
ALITA) o la Musa lo inspiró de puta madre magistral, extrayendo del fondo de su
alma las inquietudes lovecraftianas que despiden sus narraciones visuales, de un
tenebroso barroquismo que encaja perfectamente con la sensibilidad actual sobre
la materia. LOVECRAFT, precursor, estaba escribiendo una clase de terror que
detonaría en su plenitud tras Hiroshima y Nagasaki, cuando esas visiones de amorfos
entes otromundados podían encajar con mayor naturalidad en un planeta
conmocionado por las ondas expansivas atómicas.
Nuevos-viejos horrores (guerra nuclear,
virus —aunque las plagas vienen de lejísimos—, manipulación informativa,
control estatal de la población, mutaciones inenarrables…) pisaban el mundo y
llegó el momento de Hellboy. Aparece
para devolver esos horrores a las húmedas criptas y las mansiones cargadas de
cagadas góticas y telarañas de donde nunca debieron salir. Ha hecho un
excelente trabajo.
Salud, muchacho, y espero sigas muchos más
años por tus ilustrados lares.