En todo caso, y deseo pronto se remedie (en
el horizonte atalayo insinuaciones esperanzadoras —crucemos los dedos—), Bianca
Blaze vive trágica existencia… fuera de las planchas. Su desventura reposa en
que no hay ya publicaciones (CIMOC, EL VÍBORA, ZONA 84, 1984…) donde habría
encajado de puta madre magistral. Su aire irreverente y audaz supondría pasaporte
para engatusar a algunas de estas publicaciones. Seguro.
Pálidos intentos de suplir su ausencia cuanto
han demostrado, más que bisoñez o ingenuidad bien intencionada, empero con
tendencia al desastre, es falta total de respeto por tu labor. Tratas con prepotentes
que, desde su mínimo-nimio trono de hojalata e ínfulas de niñato mal criado, te
barrenan con su ignorante arrogancia o deseos de esquilmar tu trabajo.
Bueno, puedes acudir al crowfunding. Muchos lo hacen (de paso,
agotan la veta del mecenazgo colectivo con mediocres obras deleznables), y no lo
descarto del todo/completamente, como que autopublique un tomo de Bianca Blaze, confiando que la suerte,
más que la Fuerza, acompañe.
Hay algo engañoso en el crowfunding. Dicen sus defensores que,
al menos, ves dinero. No sé en cuánta cuantía. Cuando veo lo que algunos crowfundingdean, se refuerza mi
sensación de “engaño”. Pocos rebosan óptima calidad. No dan aquello por lo que
piden dinero. Es donde el (prepotente/veleidoso) filtro editorial se hace, por
suerte o desgracia, práctica herramienta para cribar la parva del grano.
He tanteado alguna de esas pálidas mímesis
de revistas de historietas. Descorazona el resultado. Rebosan torpeza.
Arrogancia. Ignorancia. Desprecio.