Imagen adecuada, porque refleja la sensación de desoladora soledad que deja la noticia entre sus obras |
Parecemos condenados a dar estas
desagradables noticias sobre la desaparición de importantes autores. Que su
medio de difusión fuesen portadas de publicaciones como VAMPUS o RUFUS, por ceñirse
a dos domésticas rápidas, no resta importancia al talento que Ken Kelly
manifestaba cada vez que plasmaba algún concepto contenido en una de estas
revistas.
De hecho, quitando el esclavizador efecto
del mal del coleccionista, era el
anzuelo como te lanzabas, o decidías, a comprar ese número. Gran variedad de
artistas exponía su trabajo en las cubiertas, cierto. Empero cuando veías una
de Kelly (ya empezabas a saber discernir entre unos u otros, como sucediera entre
JACK KIRBY, JOHN BUSCEMA o HERB TRIMPE), enseguida la coleccionabas porque
estabas ante otro trocito de talento, digno de ser enmarcado con todo rigor.
Confieso que, pese a ciertos prácticos aspectos,
recelo de Photoshop y las tabletas,
los programas de edición gráfica en general. Me aferro al trabajo tradicional.
Porque el que controla soy yo, para bien o para mal. En el otro caso, lo hace
la computadora. Sólo eres un programador que se sienta a la bartola tras haber
pulsado tecla X y control C. El resto lo hacen los bytes.
No tú. Has dimitido de tu función de creador artístico.
El Arte es más que matemáticas o diseño. Es
tortuosa pasión que brota de los interiores de tu espíritu. El alma, si quieres
verlo desde un ángulo místico. Conseguir mezclar colores, darles dimensión en
el lienzo o papel, obtener esos resultados sin que medie un programa de por
medio, es talento. Cosa que, por
mucho que sus defensores digan, no logra ningún photoshop. Eso es producción industrial. Fabricar neumáticos.
En fin. Sumemos a Kelly en la siniestra lista de autores recientemente fallecidos.