Así de grande era nuestro Imperio en su momento de máximo esplendor. Da motivos para pensar en la magnitud de la tarea, dada su época |
Feliz Día de la Hispanidad, tanto a los de
dentro como fuera de nuestras fronteras.
La imagen representa la extensión, en su
cumbre, de nuestro Imperio, y cómo se regimentaba. Llegaba hasta el actual
Canadá. Como todas las organizaciones, con luces y sombras. Pero cuando
consideramos la magnitud de la gesta (cosa propia de romanos, ya que estamos),
los precarios medios como se llevó a cabo y los impresionantes obstáculos (las
selvas de las Américas, sólo eso, no lo pusieron fácil), no puede uno sino
admirar la proeza que supuso llevar nuestra bandera (y buenos y malos hábitos)
a lugares tan remotos.
Conocemos qué "controversia" ciertos
"(in)dignatarios" y sus indígenas secuaces caníbales están generando
al exigir pidamos perdón por darles un país, una lengua común, una identidad
social y cultural, una moneda, una proyección al futuro, y si me apuran, hasta
internet (o cómo emplearlo).
En esa onda, los españoles reclamemos
disculpas a Roma (ergo: Italia) por habernos cohesionado y civilizado,
construido calzadas, ciudades (sólo Sevilla fue conocida como La Pequeña Roma), termas, acueductos,
proporcionado un Código Penal y haber gestado dos Emperadores, al menos. O sea,
repliquemos esa escena tan cruda contra los extremismos de izquierdas que los MONTY
PHYTON filmaron en LA VIDA DE BRIAN
sobre qué romanos pensaban excluir de sus represalias, ¿la recordáis?
Esos esfuerzos por denigrarnos manifiestan
xenofobia, ergo la hispanofobia es racismo. Sensibilizados como andamos con
esas cuestiones en la actualidad, tomemos nota y actuemos en contra, ¿no?
Y, llegada la hora, aprovechemos el festivo para tomar unas birras.