Es cierto: no era la mejor portada. Tenía una in mente que sí atendía más a los supuestos del relato. Sin embargo, a modo cumplió su objetivo |
Este año se cumple una década (¡una! Cómo
pasa el tiempo) desde que Recalibrados
viera la luz en Viaje a Bizancio, interesante
aventura editorial que pudo suponer mucho más de lo que, al final, sus
esfuerzos consiguieron. De todos modos, agradezco qué oportunidad constituyó su
publicación.
Recalibrados, apreció un crítico, presentaba una “novedad”
dentro del género distópico habitual: tenía un trasfondo político que, al
parecer, no se daba en la ciencia ficción patria desde Década 70. Intento eso:
presentar algo, sino nuevo, u original, que lo parezca; el explorar sendas que
sabe Dios dónde pueden terminar.
Entra ahora la digresión (para sustanciar
la entrada) sobre la pobre calidad de la ciencia ficción española, pese al
esplendor que algunos autores pueden darla (aprovechando esta época gloriosa,
donde el parásito real, el cine, sigue lanzando impresionantes propuestas
—resonantes algunas empero por su oquedad—
realzadas por una pasmosa ingeniería visual computarizada). Secuestraron a la
ciencia ficción española los lobbys,
grupitos, colectivos, asociaciones, amigoteríos, como queramos llamarles, para
quienes lo que cuenta no es lo ‘novedoso’ que el argumento pueda ser, o
aparentar, sino que se ajuste a cánones de ramplón aburrimiento académico disfrazados
de hard science fiction, o así.
Condenan la ciencia ficción aventurera (paradigma:
el socorrido PHILIP JOSÉ FARMER). La consideran indecorosa. Maldita. Impropia.
De nuevo, unos “listos” se apoderan de algo e imponen, desde miopes o biliosas pretensiones,
los parámetros de su crecimiento, o hacia dónde debe hacerlo. Esnobs de menudas
entendederas, clasistas, soberbios por su misma improductividad.
Personajillos que luego se ponen de rictus
erectus con cualquier película llena de tralla, la que sin embargo detestan en
la prosa que remites a concursos o editoriales. Es, en este cuadro, normal que
los premios
tengan aspecto tan mediocre, cuando encima se ufanan de galardonar obras que “se
inspiran” (en plata: copian) en clásicos del género más/menos conocidos (mejor,
menos, para despistar al público in albis).
Sin pudor alguno efectúan encima el reconocimiento.
Como si los escándalos del Premio Minotauro no bastasen, surgen
sucesores. Es obvio que ciertos escritores tienen un grave problema. No sólo
compites contra la calidad de las restantes novelas presentadas. Debes luchar
contra los prejuicios de los jurados (a veces, inadecuados —por desconocimiento
de la materia— para tal puesto), y contra eso, nada puedes. El talento, la
brillantez de la idea, tu ingeniosa prosa: inútiles. Los prejuicios son invencibles.
El "origen" de EL VALLE y, sobre todo, de GABRIEL T. Anécdota curiosa: al parecer, jamás escribí una línea de estas novelas. Las redactó LA VENENO DE MIMBRE. Hay travelos sin vergüenza ninguna |
Recalibrados presentaba un catastrófico panorama donde transcurría
una presunta investigación policial sobre corrupción de las más altas esferas
imaginables. Lo más puro estaba tan contaminado como el suelo que abominaban
desde las alturas. “Nacía” un personaje (creado sobre la marcha, encima; no lo planifiqué
al comienzo de la redacción de la obra) que tiene capital importancia en las historias de la frontera: GABRIEL T,
quien relata, en la precuela de SOGUETTO,
parte de su tumultuosa adolescencia.
Gabriel es el más peligroso terrorista del futuro. En Soguetto, no obstante, cuento el porqué de su desmoronamiento moral.
Gabriel, pese a todo, ni lucha por la
libertad ni la Pax Corporativa contra el PragmaSoc (esto que quieren imponernos)
por considerar a los conservadores mejores; lo hace por venganza, la cual, para
su desgracia, está ligada a aborrecibles elementos políticos.
Como toda historia de la frontera, tiene un impresionante trasfondo (urdido,
complejo-completo) que invito a conocer.