De las tantas imágenes que del escocés se podrían presentar, escojo esta; pienso le dignifica mucho más que esas otras. No vemos, maese espadero |
Es reciente la triste noticia de la muerte
del más afamado de los BOND, JAMES BOND, cuya estampa se ha hecho mucho más
arquetípica para el personaje literario de SIR IAN FLEMING que la de sus sucesores.
Supongo que lo que se pretendía (aparte de no agotar a Connery) era mostrar una
sucesión de facetas/caracteres del personaje, quien se limita a cambiar de
rostro. Bond, James Bond, 007, es como una franquicia. Reemplazable quien le encarna.
Empero quiero recordar a Connery (no por su
último papel en la gran pantalla, en la de los EXTRAORDINARIOS CABALLEROS, polémica
por varios factores) por el rol que, me arriesgo afirmar, le proyectó como no
consiguió Bond, James Bond, al “joven” público de Década 80: el de JUAN RAMÍREZ
DE VILLALOBOS, espadero de Su Majestad FELIPE II. Su asesino de elite británico tenía aspectos que creaban repulsa
(al menos, a este scriptor). Sin
embargo, su caracterización, cínica y bon
vivant, del tutor inmortal de CONNOR MACLEOD le daba proyección distinta,
especial, ‘moderna’, que hizo adquiriésemos confianza en él.
Es quizás el paradigma de otro difunto,
CHRISTOPHER LEE (el hombre de la pistola de otro, por cierto). Estaba ese
hombre rodando películas desde el albor de los tiempos. Pero interpreta a
SARUMAN, al CONDE DOOKU, y todos sentimos renovado interés por quien fuese DRÁCULA
para la Hammer. Nuevas generaciones
admiran su trabajo.
Connery es inmortal de modo diferente al del filme. Aunque, sospecho, como le sucediera al guerrero postapoqueclíptico que encarnara en ZARDOZ, ahora conoce los importantes secretos que ocultan la máscara de Dios (que, de eso, iba Zardoz: la iconoclastia y la manipulación mediante el culto).