Salvo yerro, la gloriosa época de JOHN BUSCEMA entintado por JOE SINNOT. Un ejemplo de que la evasión conseguida con estilo importaba más que airear veleidosas causas "de género". ¿Objetivo? Fortalecer una industria que ha derivado a panfletos transpolíticos que no interesan al lector habitual de estas ficciones. ¿Resultado? Empleos que tributan. Lo material sobre las gilipolleces hedonistas de cuatro vagos que, con esas políticas, evitan tener que trabajar. No han venido a este mundo para doblarla |
…importaba contar una historia. Buenos
contra malos, el triunfo de la virtud mediante la honradez y el esfuerzo. Hasta
el sacrificio. Un contenido un tanto aleccionador, o formativo, destinado al
principal grupo de lectores: los adolescentes, que veían conductas cívicas
ejemplares a imitar en sus personajes favoritos, algunos de los cuales
pertenecían a minorías o presentaban problemas, más físicos que mentales. Un
esfuerzo sui generis de invitar a
superar las propias dificultades del lector.
[Uno
que luego se volvía un freakie
antisocial o que sólo se juntaba con elementos de su mismo pelaje.]
Hoy día no cuentan historias, sino hacen política
“de transgénero”. Quieren representar a lobbys
o minorías, que, por supuesto, deben estar tratados de una forma correcta, sin
estereotipos ni groserías, consiguiendo que, para cuando han acabado de meter lobbys y minorías, y su adecuado
tratamiento, no queda nada que contar, salvo haber cumplido la cuota de lobbys y minorías, porque el espacio
reservado para narrar se ha consumido en intentar mantener contentos a “todos”.
Somos conscientes de que eran fantasías. Irreal
mundo aparte, sencillo escapismo donde perderse por evasión y que queríamos
comentar con amigos que compartieran la afición. El mundo real era duro, retorcido, lleno de decepciones o matones. Hoy día es una absurda gestión
política de liberales
de limusina que intenta hacer negocio a costa de minorías y lobbys... que desprecian los TBOs o según
qué películas.
¿Resultado de tantos miramientos? No atraes
al público al que destinas el producto, por considerarlo infantiloide, cometiendo
el peor crimen de paso: expulsas al dispuesto a comprarlo, el lector leal de
años, que busca únicamente diversión, no aleccionamientos “morales”; por tanto,
quiebras por falta de ventas.
¿Resultado? Lo "tragipolíticamente correcto" hunde la economía más elemental.