Los elementos de sátira y caricatura siguen estando presentes; son liberadores y me permiten cierta distorsión que persigue acusar el interés del lector por la narración gráfica |
La imagen compara cómo evoluciona
una historia cuando la retomas, años después, con nuevos conocimientos,
perspectivas y experiencias. La de la izquierda es la primera página del fanzine CORONEL CALAVERA, de 1997; la más bianca es de BIANCA BLAZE,
de 2021. Y conforme recupero este relato, las cosas mejoran y más Más MÁS
salvajemente divertidas se ponen.
Cierto que alguien pudiera aducir que la
innovación es más bien escasa; el estilo está más labrado, acaso. Empero debo
replicar que, por culpa de un desgraciado editor y otro hijo de puta (que iba
de editor) estuve diez años (una década) sin dibujar. Ahora tengo que ir a
marchas forzadas recuperando no sólo el tiempo perdido, sino volver a
re-aprender aspectos de lo que ya sabía. Al menos, he encontrado mi estilo, tengo
un estilo, que puede gustar/más menos, y estoy cómodo con y en él, junto a los
personajes que ilustra. Porque he observado que, hoy día, SUPERMANES bujarrones
aparte, los dibujantes son cojonudos. De un perfeccionismo sofocante, un
acabado manierista superior. Pero:
Son CLÓNICOS. Se parecen tanto TANTO que no
destacas diferencias entre ellos. No puedes elegir favoritos, como ocurría hasta
hace poco. ¿Dónde están los SIMON BISLEY, MIKE MCMAHON, BRIAN BOLLAND o KEVIN O´NEILL,
que ofrecían contraste?
Estos nuevos dibujantes están no en una sana
rivalidad profesional, sino en una atonía creativa casi anestésica. ¿Es acaso
alguna maniobra editorial para aletargar todavía más el sentido crítico del
lector, envuelto en la nueva y nefasta tontería “de género-inclusivo”?
Dándose aun la paradoja de que, cuanto
más/mejor es el dibujo (y lo anejo gráfico), peores son las historias. Más
absurdas, politizadas, afeminadas, semejantes a un pollo decapitado que
corriera por el corral sin saber dónde va a caer; toda esa energía derrochada
sin propósito, hasta que sucumbe de pronto y para nada. Estas historietas de la
“inclusividad” son pura mierda, pues no valen nada, no cuentan nada, salvo pretender
satisfacer a un sectario público concreto, que, encima, no las lee, jodiendo
por tanto a los auténticos amantes del TBO, desagradados con esos contenidos
oportunistas de unas editoriales desnortadas.
Creo que el futuro de la historieta, de haberlo, está de nuevo en el fanzine. Donde, debido a su económica factura underground, de un espectro de público limitado, podrá contar lo que quiera y ser lo políticamente incorrecto (o sea, hoy día tan sólo contar buenas historias) que desee. Lo lamentable será qué corto alcance las propuestas lleguen a tener.