Siento una profunda aversión por los Señales Frías. Nósferos y licantros tienen un pase. Pero ¿los zombis? ¿Vendes rosarios o qué? Un amigo recientemente me dio un toque, amistoso, respecto a mi crudo desprecio por este material. En mi defensa, repetiré que no es que no sea una opción narrativa (visual, gráfica, escrita) digna y a la que recurrir alguna vez, ¡faltaría más! Pero eso es una cosa, y la veneración malsana que están teniendo por los zombis es otra.
En la frontera hay agregados, creo, tres sitios que sienten adoración total por la carne putrefacta, gusanosa y caníbal. (Aquí no cuela lo de “gustibus no est disputandum”. Lo suyo parece necrofilia, pura y dura. Y que no lo tapen apelando a lo de los mensajitos pseudoprogres o protorreligiosos. No, no, es fetichismo asqueroso.) Me desconcierta esa lealtad por lo muerto, estéril, insano. Un Señal Fría jamás producirá nada. Más aún, no sé por qué no se corrompen según los plazos fijados por DANU, como el resto de los fiambres decentes. Nada, ahí están, dando por culo, arrastrando los pies roídos por los vermes, en pos de alguna víctima propiciatoria. Parecen ir a pilas DURACELL.
¿Censurables los fetichistas convencionales? Y estos, ¿qué? Joder, que están sorbiendo mocos por cadáveres ambulantes. Despertad y oled el café.
Era inevitable que Terhli, profundamente vitalista, expresara su enorme desdén por ellos (¿van a lamerle las botas? Claro que no; ergo: no merecen existir) de esta explosiva forma.
Vuestro Scriptor.
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