Más sobre música: más joven, cuando iba al cine (entonces, podía), llegaba cuando pasaban los trailers y me enteraba de lo que nos esperaba en cuestión de inminentes estrenos. Por entonces no teníamos este milagro de internet ni los catorce billones de usuarios que, desinteresadamente, te destripan películas por estrenar hasta la molécula más mínima-nimia, dejándote decepcionado. Dependías de ciertas imágenes de TV, fotogramas del vestíbulo del cine o algún fiche que te dejaba perplejo y con los sesos en turbo, imaginando el contenido de la cinta sólo por lo que la cartelera reflejaba.
Y entre trailers, el anuncio del tabaco (no recuerdo qué marca) con unos tíos arios en un barco muy estilizado surcando los brillantes mares o los profundos océanos como quien se ducha. Y la música, tío, ¡la música! El saxofón de BAKER STREET, de GERRY RAFFERTI. Lo odiaba, visceralmente.
Los tíos arios, el barco de pijos con pasta, el saxofón, sigul de que somos exclusivos…, ojo con mal mirarnos… Pero pasa que algunas cosas que detestas dejan en ti una semilla que germina planteándote: Me odias, ¿por qué? Y aceptas el reto de la explicación. De contestar la causa.
Acabé enganchado a Baker Street (ajá, la calle donde SHERLOCK HOLMES tenía el garito) y poco a poco voy desentramando su letra, aunque renuente. No me urge, como con COWBOY DREAMS. Es de esas cosas que no deseas saber de qué van, sino sólo disfrutarlas. En esa ignorancia, hay un sencillo placer.
CAPERUCITA ROJA era un tema inevitable a tratar. Como otros, imagino, parecidos. Paso de dar una conferencia, aquí, sobre sus ocultas connotaciones psicosexuales o lo que quieran verle al asunto. Pero ese lobo debería vigilar la mano con que Terhli empuña Glamjolnir.
Vuestro Scriptor.
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